(Miqueas 5:2-4)
José Espada Marrero
(1890-1972)
(1890-1972)
Belén Efrata, ¡qué nombre
a la memoria mas grato!
En tu romántica historia
hay episodios loados.
Patriarcas, reyes, profetas,
pastores, ángeles, santos,
en la trama de tus hechos
la providencia ha enlazado.
Raquel, de Jacob llorada,
tranquila duerme en tu campo,
en un tosco monumento
a su memoria elevado.
Noemi de tus hijas fue,
Ruth espigó por tus prados,
y columpiaste la cuna
del gran David, rey y bardo,
que te coronó de fama
con el trono y con los Salmos.
¡Qué profecía más hermosa
de ti Miqueas nos has dado!
Pequeña para tenida
por honra entre tus hermanos,
el Caudillo de Israel
nos darás tú, sin embargo.
Caudillo, Pastor,por tiempo
de la nación esperado,
aparecerá en tu seno
un día, Belén, no extraño.
El recogerá los restos
dispersos del pueblo amado,
y se llamará en justicia
"nuestra paz", nuestro regalo.
¡Y así fue! Belén Efrata,
en tiempo nunca olvidado,
vio la gloria del Mesías
y oyó la voz de lo alto.
José y María una noche
su hospitalidad buscaron,
y refugio en un pesebre,
¡oh dolor!, les fue brindado.
Allí nació el Redentor,
de este mundo en lo mas bajo;
sin engañosa apariencia,
sin oropel, ni boato.
Su advenimiento glorioso
por ángeles fue anunciado
a campesino sencillos
que cuidaban sus rebaños
en las noches solitarias
y cálidas de verano.
"Nuevas de gozo", dijeron;
"nuevas, pastores, os damos";
"nuevas para todo el pueblo",
judío y gentil, bueno y malo.
"He aquí, os ha nacido
en la ciudad del rey sabio,
el Salvador, el Mesías,
Dios de Israel, humanado.
Le hallareis en un pesebre,
un niñito envuelto en panos",
junto a su madre, María,
y a José, noble y honrado.
Muy alegres los oyentes,
en el anuncio confiando,
fueron corriendo, y al NIÑO
en el aprisco encontraron.
Vinieron también de lejos,
con sus presentes, los Magos,
por la singular Estrella
en el Oriente avisados.
A unos y a otros la gloria
revelo el Dios soberano,
y hubo alegría en el cielo
y en los pechos entusiasmo.
Cumplida la profecía
fue así, después de años,
y apenas te diste cuenta,
Belén, del mayor milagro.
De los Ángeles oyeron
pocos lo que proclamaron,
ni vieron a los pastores
en el pesebre, alabando,
ni por tus calles siguieron
a los mas famosos Magos,
ni contemplaron la Estrella
de mas esplendor y encanto.
Belén, para tu desdicha,
tenias los ojos cerrados,
y el corazón imbuido
en lo efímero y profano.
Aun así eres grande,
y tu nombre, un relicario;
te veneran los poetas,
te recuerdan los cristianos,
porque en ti su cuna tuvo
Emmanuel, el Deseado.
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